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Daigo-ji: Un templo bastante olvidado pero que guarda un jardín brutal, la segunda pagoda mas antigua del país (la primera, por cierto, está cerquita de aquí, en Horyu-ji, un lugar que visité con mi madre en 2010) y una zona llamada Bentendo, un estanque rodeado de arces y ginkgos junto a un pabellón bermellón, que es absolutamente mágica. Visitarlo a primera hora de la mañana, en soledad, no tiene precio.

Fushimi Inari-taisha: Lugar sobreexplotado con un punto folclórico-festivo que desluce bastante. Ya en 2010 lo dejé de lado por tener un tufillo poderoso a foto barata, y esta vez, al pillarme de camino entre templo y templo, he pasado a verlo. Santuario sintoísta, por cierto, que no está mal del todo con sus arcos torii omnipresentes. Vale la pena para echar un puñado de fotos... que serán las mismas de otros doscientos mil turistas. En definitiva, que me pillaba a mano y además, como hay tanto y de todas partes, lo mejor ha sido poder charlar un rato con un puñado de gente Thai.

Tofuku-ji: Otro de los imprescindibles otoñales en Kyoto. Un jardín principal brutal, mezcla de natural y seco (de piedras y grava, tan típico de estas tierras), con presencia abundante de arces, pinos japoneses y algún ginkgo. Los edificios religiosos son monumentales y además hay otro par de jardines secos que tienen un pase. En opinión de muchos éste es EL LUGAR, con mayúsculas, para disfrutar de los primeros colores otoñales junto con los templos del norte-noroeste Kyoto que veré mañana y pasado.

Sanjusangen-do: Éste debe ser de los pocos templos del Kyoto metropolitano que, pese a las masas, sigue abrumando y respirando religión por cada junta o estatua de cedro. En realidad es apenas un inmenso pabellón de madera (el más largo de Japón, se dice) ofrendado a Kannon (o Guanyin, el arhat de la misericordia en la corriente Mahayana del budismo), cuya imagen central es sobrecogedora, y rodeado de otras mil imágenes de esta misma deidad. Pero un lugar donde el incienso se palpa más notoriamente que el bullicio ya es de por sí lo suficientemente especial como para merecer una visita. Templo heterodoxo por budista pero con un pequeño santuario sintoísta anejo como reflejo del sincretismo religioso nipón. Como decía, mañana rumbo norte. Hoy el único rato libre de la tarde lo he dedicado a cerrar un par de hoteles que me quedaban pendientes para los próximos días, así que la libreta sigue cerrada y las teclas de portátil cogiendo polvo. A ver si mañana gano un rato de escritura completando pronto los tres-cuatro templos que quiero ver, aunque será difícil porque uno de ellos me llevará a Ohara, a una hora de Kyoto. No pierdo la fe en poder contar, con calma, alguna cosilla o anécdota de este Japón tan especial en otoño.

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